Que la inmigración es uno de los fenómenos más importantes y que maneja mayor número de personas por el mundo no lo duda nadie. Es un hecho que desde hace unos años, el flujo migratorio va en aumento, con un alto porcentaje de personas de variopintos países que buscan instalarse en otro país buscando una mejor calidad de vida para ellos y para sus hijos. Aquí en España también.
Por ese motivo, no doy crédito a la noticia publicada recientemente en prensa, a través de un informe correspondiente al año 2009 del Observatorio del Racismo, organismo adscrito al ministerio de Trabajo e Inmigración, que señalaba que la crisis económica y el deterioro de las condiciones laborales han incrementado el rechazo de los españoles hacia los inmigrantes, cuyo número considera «excesivo», y ha intensificado la exigencia de leyes más restrictivas. Casi la mitad de los ciudadanos, el 47 por ciento, tiene una impresión negativa de los extranjeros, según el citado informe. Además, el 37 por ciento de los encuestados se muestran reacios a la inmigración, mientras que el 42 por ciento encuentra «demasiado tolerantes» las normas que afectan a los foráneos, frente a sólo un 5 por ciento que las considera «más bien duras».
El 68 por ciento apoya expulsar a los que delinquen. En concreto para el 39 por ciento es «muy aceptable» echarlos, mientras que para un 29 por ciento es «bastante aceptable» cuando hace cinco años sólo se pronunciaba así un 11 por ciento. La hipocresía, en este caso, es aún mayor. Cabe preguntarse, llegados a este punto si gran parte de los españoles pedirían también que se expulse a los criminales y delincuentes nacionales.
Bajo mi parecer, mucha parte de culpa está en nosotros mismos, que apenas hacemos nada por luchar por la integración. La inmigración, más que un problema debería ser un motivo de enriquecimiento debido, entre tantas cosas, a la multiculturalidad que ofrece este fenómeno. Estas personas llegan enriqueciendo con distintas formas, lenguas, maneras, costumbres, gustos, intereses y sueños. Esta diversidad cultural plantea necesariamente nuevas formas de pensar, de saber y de hacer en la vida cotidiana.
Claro está también que no todos luchan por integrarse. Pero esta es una teoría que debemos precisar. Es cierto que los inmigrantes hacen uso de los servicios sociales, educación y sanidad. Muchas veces percibimos que estos servicios están saturados y se les echa la culpa a los extranjeros, pero nada más lejos de la realidad. Una realidad que dicta que apenas se ha invertido en ellos, pues hemos pasado de los 40 millones de españoles de 1999 a los casi 47 millones con que se cerró 2009, sin que los servicios sociales, sanitarios y educativos hayan aumentado, lo que hace que estos estén al límite de sus posibilidades, con un deterioro evidente de la calidad.
Los últimos informes de la Comisión Europea destacan que España necesita recibir al menos siete millones más de inmigrantes en los próximos 20 años y así conseguir dos objetivos. En primer lugar que nuestro sistema económico tenga un número suficiente de trabajadores para que pueda funcionar nuestra economía, y por el otro lado para que la tasa de dependencia entre trabajadores y pensionistas se quede en el 34%, es decir, por cada cien trabajadores en activo haya 34 pensionistas...
Según los expertos si no hubiera inmigración se pondría en entredicho la actividad económica y se reduciría en un 33% el capital humano disponible para trabajar. Se considera que para el año 2020, deben entrar otros cinco millones de inmigrantes, con lo que llegaríamos a los 10, 6 millones de habitantes en el país, lo que implica mayores garantías sociales para todos.
Y, por supuesto, no debemos olvidar que la historia de España está llena de procesos emigratorios. Nuestro país es fruto de la multiculturalidad (griegos, romanos, visigodos, árabes, judíos…). Hemos emigrado a América del Sur durante los siglos XVI al XIX, a Europa en la segunda mitad del siglo XX. Ahora recibimos emigrantes y el acento debe estar en el desarrollo de políticas de integración (lugar donde la educación juega un papel muy importante), y encima, los culpamos de todos nuestros males…
En fin, la vida…
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