1 dic 2008

DESPEDIDAS

La vida está muy mal hecha y la prueba de esto es que pocas veces nos apetece levantarnos de la cama. Hoy quiero escribir sobre las despedidas, sobre el efecto misterioso que tiene el decir adiós. Y sobre todo, hay muchas que no son bonitas, y nos agarramos a lo que tenemos como un clavo ardiendo. Las peores son las despedidas que se alargan varios días.

Supongo que en esos casos, el adiós se te va pegando a los ojos como una gran legaña. Y hay despedidas que queremos que lleguen cuanto antes, porque la espera sólo sirve para aumentar la angustia. Nada como una buena juerga para despedirse de lo que sea. De una vida sin deudas, de un problema que te quita el sueño.

Me encantan esos momentos en los que las risas se lo llevan todo por delante, pero lo queramos o no, las despedidas siempre son tristes.Es triste despedirse de algo por lo que has luchado siempre, y es muy triste despedirse de algo que ni siquiera ha comenzado. Y despedirte de tu sueño, no sé, es como decirle adiós a una forma de reír, al brillo de tus ojos. Debe ser como despedirse de ti mismo.

¡Qué importante es despedirte bien de una fase de tu vida para poder entrar en la siguiente! A veces la vida te devuelve a un sitio del que ya te habías despedido, y a veces te insinúa que es mejor despedirse a tiempo de algo que no te conviene.Sí, ya sé que las palabras suenan muy bien.

Pero, dentro de la melancolía y la tristeza, a mí me gusta pensar que las despedidas son bonitas, que son el broche que le pones a algo muy intenso y que te ha hecho muy feliz. Una despedida puede ser algo horrible, pero también puede ser el inicio de algo nuevo que nos espera lleno de sorpresas. Por tanto, no queda otra que mirarlo así.

En fin, la vida

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