7 dic 2008

UN MAL DÍA

Sábado 6 de diciembre de 2008. Lo que prometía como un día especial por aquello de volver a ver a alguien más especial aún, acabó mal por culpa de mi incontrable orgullo. Son las cosas de ser un apasionado, un sentimental o un cobarde, todo en su justa medida. Y sí, la acabé liando y pagándolo con quién me iba a hacer un estupendo regalo de cumpleaños.

Razones podría tener, o quizás no, pero la advertencia la tenía. Y sí, fui tonto, pero cometí el erro de dejarme llevar por las emociones y las sensaciones del momento. Sé que debía haber parado, no seguir con ese juego que sabía que iba a terminar mal. Pero no pude hacerlo. Me equivoqué y quizás haya perdido mucho más de lo que podía recuperar.

Y ahora le queda a uno la sensación del vacío. De saber que todo el camino que habías recorrido hasta ahora ha quedado diluido por un mal día. Por unas pésimas horas, por unas señales que nunca se tenían que haber producido. Y sobre todo, lo que más duele, es saber que no tienes remedio, que si ha pasado es por tu propia culpa.

¿Qué queda ahora? Esperar, no agobiar y dejar que pase el tiempo. Todo por mi culpa. He sido yo el que ha tirado todo por la borda. A veces, hay que demostrar las cosas, no vale sólo con decirlas. Y quizás duela más porque sabes que lo que había se ha escapado de tus manos por no saber comportarte y no saber responder a lo que esperaban de ti. No hay consuelo, fue un mal día, quizás el peor en mucho tiempo porque sé que no hay manera de recuperar. Que no vale pedir perdón una vez más.

En fin, la vida...

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