No sé cómo ni por qué. Pero estoy convencido de que hay alguien en algún lugar que recupera mis palabras.
Alguien capaz de bucear conmigo por los entresijos de lo que para mí es cotidiano, en mi día a día. Alguien que está presente en mi conciencia, en cada rincón de la vida que me pertenece.
Alguien que transforma y convierta mis silencios en páginas de libro. De poemas, de historias llenas de mis palabras.
Alguien que entiende que la soledad también puede ser una llama. Que prende como cada palabra que utilizo para escribir este post.
Alguien que algunas noches puede encogerse junto a su almohada y descubrir la importancia de estar aquí, leyendo estas palabras. Sintiéndose viva, conscientes, y entera con este espacio.
Alguien que me está observando. Pero que no sé donde está. Alguien de quién me gustaría escuchar una sola palabra. Sin obligación. Sin más.
En fin, la vida…
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