Nací, y creo que no por casualidad, en Cádiz el 2 de diciembre de 1981. Todo estaba programado, según me han contado mis padres, a que naciera ese mismo día, por lo que abrí los ojos al mundo el día que me correspondía, por lo que por primera vez en mi vida, y creo que lo he conseguido pocas veces más, estuvo en el sitio adecuado en el momento preciso. Por eso yo siempre he pensado que, dada la condición política de mi padre, me engendraron poco después del 21-F, día del golpe de Estado de Tejero, ocurrido poco más de nueves meses antes. Creo que, por eso hecho, desde mi nacimiento, estaba determinado a que siguiera con pasión la política.
Si políticamente tuviera que contextualizar la época en la que se produjo mi alumbramiento sería en los albores de la democracia. Una época histórica que me hubiera gustado vivir con muchos años de más, eso que me perdí. De todas formas, echo la vista atrás, y de mi niñez, no tengo ninguna queja. Y eso que soy el segundo de cuatro hermanos, detrás del mayor, evidentemente, y por delante de la niña, y el pequeño. Por esto, siempre he dicho que no pintaba nada en mi casa, más por sorna y por quejica, que lo soy, y mucho, que por otra cosa.
Desde pequeño siempre he tenido claro que me gustaba vivir al día, sin preocuparme de lo que pasó antes o de lo que pasará después, lo que me ha costado no pocas “broncas” con mi madre. Eso sí, desde muy temprana edad, se despertó en mí una incurable pasión por la lectura, algo que le tengo que agradecer a mis padres. Y sobre todo, algo que me marcó, que siempre hubiera periódicos por mi casa, la casa de un político, por lo que creo que, desde ahí, es de nacen mis dos vocaciones: el periodismo y la política.
Aunque siempre tuve claro a lo que me quería dedicar, tampoco es que fuera para mí una prioridad en mis primeros años. Yo era mucho de calle, de jugar a todas horas y, sobre todo, de llegar a casa hecho un guiñapo, todo lleno de manchas y heridas, con mi siempre inseparable amigo, el mismo que tomaba Nesquik de pequeño, yo era fan del Cola Cao, y que todavía hoy lo sigue haciendo. Y no era el que retransmitía las jugadas de los compañeros ni mucho menos, siempre era uno de los primeros en lanzarme a participar en cualquiera que fueran los juegos. Eso sí, lo primero que hacía cuándo llegaba a casa tras el colegio, era leer el periódico, incluso comiendo. Es un recuerdo imborrable que tengo desde pequeño. Y también recuerdo que era muy preguntón en clase, que quería saber de todo. Y también que siempre le preguntaba a mis padres y a mis tíos sobre cosas que escuchaba en el colegio. Pero sobre todo, estaba el fútbol, tanto que mi principal juguete de la infancia eran los clicks de Playmobil, de los que reuní tantos que sería imposible de contar, y con los que hacía equipos de fútbol, con sus ligas, sus fichajes, sus porterías de madera… Un friki, vamos.
A esto hay que sumar que apenas veía dibujos animados, excepto Oliver y Benji y Goku cuando empezó a crecer, no recuerdo ninguno más que me marcara, excepto la muerte de David el Gnomo, cuya conversión en árbol me marcó. Por lo demás, desde pequeño mostré un incipiente entusiasmo por no perderme ningún acontecimiento deportivo que pusieran en la tele, entonces con solo dos cadenas, y me vienen a la mente partidos de baloncesto del Madrid con los hermanos Martín, Biriukov, Romay, Jou Llorente contra el Barcelona de Audie Norris, Epi, Trumbo o Solozábal. O la primera victoria de Arantxa Sánchez Vicario en Roland Garros con aquella muñequera de España. Por descontado el fútbol, donde mi mente retiene imágenes del Mundial del 86 y de la Eurocopa del 88, la del golazo de Van Basten a Holanda, pero, sobre todo, del Mundial de Italia 90. Tanto es así, que recuerdo que me iba a ver solo los partidos al Bar Terraza sin decir nada a nadie, pero mis padres sabían que estaba allí, llamaban a Paco “El Cuchilleta”, y éste me ponía un enorme bocadillo de filetes. Con apenas 9 años hasta me sabía la alineación completa de Camerún, que fue la revelación de aquel Mundial, y de la que hoy en día solo recuerdo a N´Kono, a Omán Biyick, a su pariente Kaná, a Makanaky, que jugó en el Málaga, o al gran Roger Milla. Por cierto, que el fútbol es un gran medio para conocer geografía…
Pero quizás el regalo que más me marcó en mi vida se produjo dos años después, el año 92, el de la Expo y los JJOO de Barcelona. Mis padres me regalaron una máquina de escribir, sí, lo sé, soy de una época en la que todavía existían esos artilugios que hoy en día se ven como antiquísimos. Era una Olivetti blanca con la caja negra, y hoy en día me arrepiento tanto de no haberle sacado más provecho como de no haberla guardado. Puedo decir, sin miedo a equivocarme, que ahí fui donde confirmé mi pasión por el periodismo, acrecentada con las noches de José María García y las sobremesas con el que para mí es el mejor comunicador de España, Matías Prats.
Poco después, llegó a casa el primer ordenador, prácticamente utilizado por mi hermano mayor y yo, y que solo usábamos para jugar, pues en esa época todavía no existía Internet, aunque parezca mentira. En ese momento, no imaginaba que esas ocho letras iban a suponer un cambio tan radical en la sociedad. Ya digo que solo jugábamos con el ordenador: el Carmen Sandiego, un juego de detectives, ocupaba mi tiempo frente a la pantalla. Ahora lo he sustituido por las redes sociales y releer continuamente las ediciones digitales de los periódicos, pero en definitiva sigo haciendo lo mismo: bichear constantemente.
Por esa época también, años arriba, años abajo, se venían produciendo hechos a escala internacional, que si bien en aquella época no entendía muy bien su significado, a pesar de que intentaba leer y comprender lo que salía en los periódicos, o entender aquello que salía en televisión. Hablo de la caída del Muro de Berlín, tema que después utilicé para mí tesis en la carrera, la desintegración de la URRS, la Guerra de los Balcanes, o la operación Tormenta del Desierto, nombre con que se conoció el ataque de EEUU a Irak tras invadir previamente este país a sus vecinos de Arabia Saudí. Si ya de por sí me encantaba la historia, estos hechos me hicieron enfrascarme aún más en este campo. Años después, la reedición de esta invasión provocó en el año 2003, mientras yo dormía plácidamente en una habitación de un hotel en Puerto Plata (República Dominicana), se producía el derrocamiento del dictador tirano irakí Sadam Hussein.
Mientras tanto, mi pasión por la lectura iba en aumento, quizás el gran motivo para que fuera aprobando en el colegio sin problemas a pesar de mis continuas salidas de tono, mi consabida dejadez y la poca atención que prestaba en clase. Aún así, y sin arrepentirme en nada de aquellos años, con muchas broncas con mis padres por un comportamiento un tanto errático con los profesores, quizás, echando la vista atrás, debería haber aprovechado más el tiempo. De todas formas, creo que no me ha ido mal. Es más, en 4º de Secundaria hubo una asignatura llamada Información y Comunicación, a la que le presté la mayor atención durante ese año.
Fue más o menos en esa época cuando cansado me acerqué a la política, siempre desde las filas de Juventudes Socialistas. Muchos piensan que influenciado por mi padre, no digo que no, aunque de manera muy indirecta, pues si algo tengo claro es que me hubiese interesado por este mundo fuese cual fuese mi procedencia, y, a buen seguro, siguiendo el mismo camino.
Realmente, estuve muy metido en el partido, llegando a conjugar estudios y política, aún sabiendo que ambas profesiones mejor deberían ir por caminos separados, pero la razón y el corazón a veces son difíciles de separar. Ahí se puede decir que empecé con mis primeras publicaciones, pues, si ya antes había escrito algunos artículos de opinión en el periódico de mi pueblo, esta era la primera publicación “oficial” en la que participaba. El primer intento solo duró un número, pero poco después, con la llegada de gente nueva a la agrupación, estuvimos durante un año sacando bisemanalmente La Réplica, que funcionó bastante bien hasta que se acercaron las elecciones, que desde el partido nos cerraron el grifo, aunque bien es cierto que la mayor parte de los que colaboraban encontraron su hueco en el Ayuntamiento cuando se ganaron las elecciones. Decepcionado y defraudado, me di de baja, pero seguí, sigo, y seguiré muy cercano a este partido. Principalmente, porque creo en la política como elemento transformador de la sociedad y a pesar de que también tiene sus fallos –a veces enormes—, y todavía creo que desde dentro se pueden hacer muchísimas cosas. Por eso mismo no descarto volver a integrarme, porque realmente me apasiona este mundo, y, a día de hoy, creo que lo puedo compaginar perfectamente con mi profesión.
Mis inicios en la política, o mis momentos más álgidos, coincidieron con mis años de la facultad y el des-gobierno de Aznar, y también año de excesos varios. En esa época empecé a experimentar con el periodismo, aunque creo que, como decían en el Show de Truman, la realidad está ahí fuera. Ciertamente, no es una carrera difícil, pero ya en la facultad empiezas a ver lo que te encontrarás en el mundo real: hipocresía, falsedades, intereses, gente que intenta pisotear, envidias. Pero no por ello deja uno de prestar atención, de aprender.
Realmente no me puedo quejar de cómo me fueron las cosas, aún cuando por mi mala cabecita perdí un año. Experimenté cosas muy buenas, geniales. Y me di cuenta de que servía para esto, aunque aún no era consciente. Lo mejor de todos aquellos años, el grupo de amigos, y los conocimientos adquiridos en facetas como la redacción, la radio o la televisión. Sí, quizás es poco lo que se aprendió, pero sirvió como base para marcar el camino por el que ahora transito.
Los años alegres como universitario acabaron en 2004. Tras un breve periodo de prácticas en Radio Sevilla, veranos antes había pasado por Publicaciones del Sur y Radio Jerez, recibí la llamada que me abrió las puertas del profesionalismo: La Voz de Cádiz llegó a mi vida en octubre de ese año. Mi primer trabajo, mi primer salario, mi primer contacto con la realidad. Y, si bien es cierto que debido al insultante contrato que me ofrecieron como autónomo (aunque con las mismas obligaciones que el resto de la plantilla, claro), y al trato déspota de algún que otro dirigente, quizás la mayor parte de culpa en no progresar allí la tuve yo, a pesar de que viví experiencias inolvidables como el casi ascenso del Arcos a 2ª B. No tengo que poner excusas de nada, pero con el tiempo uno va aprendiendo de sus errores y de sus fallos. Era joven y no me lo tomaba todo lo serio que debería, por lo que la situación fue poco a poco quemándome. Dos años aguanté el tirón, hasta que me llegó la oportunidad de cambiar de aires y no lo dudé. En mi mente, una ilusión: seguir aprendiendo.
La siguiente parada fue Écija, donde me contrataron como reportero alborotador en un intento, que a lo postre fue infructuoso, para retomar las riendas del Ayuntamiento que perdieron en 2003. Allí estuve 10 meses, que dicho sea de paso, me sirvieron bastante para formarme como periodista. Un niño que llegaba con apenas 24 años y que antes de los dos meses de su desembarco ya cogió más responsabilidades de las previstas tras el despido del director de la televisión. En ese momento, me tuve que hacer cargo de toda la programación y la elección de contenidos para el informativo. Un hecho que me sirvió para madurar y crecer, para seguir descubriendo cosas de este oficio que me apasiona. Además, compaginé la dirección del informativo con la presentación de varios programas, tanto de debate, como de actualidad política y deportes, amén de alguna que otra excursión en un programa radiofónico. Puedo decir, sin miedo a equivocarme, que fue un gran paso, una decisión de la que no me cabe arrepentirme, pues creo que me marché en un buen momento, y, dadas las dificultades, me sirvió para espabilarme en esta profesión. Lamentablemente, no se ganaron las elecciones, y, debido a algún que otro desencuentro con los jefes, no renovamos el contrato.
En ese momento, decidí parar. Llevaba prácticamente tres años sin parar, pues tanto en un sitio como en otro, apenas tuve vacaciones. Estaba agobiado, sin ganas ni fuerzas, así que me tomé unos meses sabáticos. Dos para ser exactos, pues el gusanillo me picaba con más fuerza de lo que pensaba. Así fue como llegue a Información El Puerto, donde apenas pasé ocho meses, pero que sin duda han sido los más enriquecedores profesionalmente hasta el momento. Llegué un miércoles de septiembre, la verdad, desde el principio me sentí muy bien acogido, tanto en el sentido personal como en el profesional. Me destinaron unas parcelas informativas concretas (fomento y empleo, agricultura y pesca, economía y medio ambiente), en las que, a pesar de que lo hice lo mejor que pude al no tener ni idea cuándo comencé a escribir, y a que quedé plenamente satisfecho con mi rendimiento, está claro que siempre se puede hacer más. Poco a poco, me fueron cayendo más responsabilidades, me “cargaron” con Urbanismo, y ahí seguí aprendiendo y currándome mi salario, pobre, pero salario. A decir verdad, también he de apuntar que con los cambios que hubo en el periódico, en los últimos dos meses dejé de llevar los temas de pesca, cosa que supuso un pequeño alivio.
Estando allí, una rueda de prensa cambió el curso de las cosas. Recibí una oferta irrechazable para volver a Sevilla, la ciudad donde quería estar desde siempre, y donde podría unir dos de mis grandes pasiones: el periodismo y la política. Seis meses buenos, en los que aprendí, en parte, el funcionamiento de un gabinete de prensa, el trabajar desde el otro lado y con unas directrices concretas. A esto hay que sumar la ventaja que supone tener un horario concreto, unas condiciones laborales bastante buenas, y lo que se gana en calidad de vida. Un pequeño desliz me impidió continuar en este lugar, aunque dadas las prestaciones que había dejado, pude llegar a otro sitio a currar. Nuevamente en un gabinete de prensa, esta vez, bajo la órbita de la Junta de Andalucía.
Ciertamente, no me voy a quejar de la manera en que me van las cosas. Trabajo, leo y escribo. Selecciono noticias, preparo informaciones para mi jefe. Estoy en contacto con otros compañeros. Me empapo de noticias sobre política, empleo, economía y formación. Aprendo. Sigo aprendiendo. Dándome cuenta cada vez más que no me equivoqué hace 10 años cuando convencí, tras mucho esfuerzo, a mis padres, de que mi vida el periodismo. Y aquí espero seguir durante muchos años.
En fin, la vida...
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